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lunes, 18 de abril de 2011

1950: Gregorio Perez de Guereñu



Recuerdo muy bien aquel lejano 1968. Entre otras razones porque el Ministro Provincial, creo que era el P. Luis Maestu, me encargó acompañar en el viaje de Barcelona al Perú a un grupo de jóvenes que sentían, y de alguna manera habían vivido, una elemental experiencia de la vocación franciscana en los meses, o quizás años, pasados en Anguciana. Asumí el encargo con gusto y consciente de que era para mí una no pequeña responsabilidad.

Yo acababa mis estudios de teología en Roma, en el que antes se llamaba "Ateneo Antonianum", hoy Pontificia Universidad Antonianum. Y debía regresar a Ocopa para enseñar teología dogmática a los jóvenes profesos.

El recuerdo que tengo es absolutamente positivo. Veinte largos días en un barco para cruzar el Atlántico, pasar al Pacífico por Canal de Panamá hasta llegar al Callao.

Los siete jóvenes a quienes acompañaba eran eso: jóvenes, llenos de ilusiones, animados por los mayores en pos de vivir su vocación franciscana y con ganas de responder al llamado del Señor.

Comentábamos con frecuencia sobre la vida de nuestros compañeros y mayores en el Perú. Siete jóvenes llenos de vida, alegres, con ánimo también aventurero y por eso con esperanza frente al futuro inmediato.

No todos lograron lo que se propusieron inicialmente, pero como los caminos del Señor son muchos y siempre favorables a la persona, pienso que cada uno habrá logrado lo mejor en su vida. Nuestro programa de vida aquellos días era simple: la misa diaria, alguna lectura, recreación abundante y la nueva experiencia de cada día atravesando el océano al acercarnos al Perú. Mientras los jóvenes se recreaban, yo solía ir al salón biblioteca y me dedicaba a leer el libro de H. Küng: La iglesia, que recién salía a luz.

La sorpresa más grande que tuve fue que, cuando llegamos a uno de los puertos del Pacífico, nos llegó la noticia del golpe de Estado en el Perú. Nos preguntábamos si bajaríamos en el Callao o nos llevarían hasta Valparaíso u otro lugar. No pasó nada en ese sentido, pero estábamos preocupados.

En suma, fue un viaje novedoso para el grupo en general, y para mí de satisfacción al ver que ninguno de los jóvenes perdió el entusiasmo, la alegría y las ganas de incorporarse al grupo mayor de jóvenes con quienes compartirían la aventura de su vocación. Quise ser para ellos un compañero, como veía que ellos lo eran para mí, aunque en las normales diferencias de la vida diaria. La experiencia fue muy positiva para mí, pues mi vida habría de seguir durante muchos años al lado y en compañía de los jóvenes. Gracias al Señor y a los siete jóvenes.
Gregorio

30 de septiembre de 2012

"Caro Estalayo: Me tomo unos minutos para responderte de inmediato a la tuya, siempre agradeciéndote y felicitándote. Del correo que me has enviado, foto del año 1948, conozco a bastantes, pero mi grupo llegó al Callao el año 1950, y en esa foto estamos varios. ¿Será realmente del año 1948? Claro que hay muchos otros de años anteriores al 50, de los que reconozco a varios, por ejemplo del grupo de Victoriano Hernando, Félix Sáiz. Por ahí andan Bernardo Sáiz, Jesus Sáiz. Estamos con Pacheco, Remigio, Santiago Sáiz, Benjamín y otros. A veces no se distingue bien porque se mueve mucho. A ver si con tiempo logro reconocer a otros más. Nosotros éramos 14 ó 15. Las anécdotas del viaje creo serían semejantes a las de cualquier otro grupo. Creo que viajamos en el buque inglés Reina del Mar (o algo así). Sabes que llegamos al Callao el día 6 (creo) de febrero del 1950 con el P. Landázuri, que acababa de realizar sus estudios de Derecho en Roma. Luego profesor en Ocopa, Provincial, Definidor General, obispo y cardenal al que me tocó, como Provincial, atenderle en la Clínica Stella Maris el año 1997 (murió en febrero o marzo de ese año) y darle la bendición de san Francisco en sus últimos momentos. Gracias. Un abrazo. Seguiremos conversando".
Gregorio

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