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domingo, 21 de octubre de 2012

1968, última generación.


Viaje a Perú, 1968



Terminado el  5to año de secundaria estábamos listos para ir a Perú, pero no sin antes despedirnos de nuestra  familia, amigos y amigas. Todavía tuve la oportunidad de ir a Polentinos, caminando desde mi pueblo, (unos 8 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta), estos últimos a altas horas de la mañana.  Íbamos todos juntos, mozos y mozas y como la vida en aquellos tiempos era bastante sana, regresábamos cantando, contando chistes y haciendo bromas.  Y, claro está, dentro de las amistades siempre había alguna que te atraía más, con la que te carteabas de vez en cuando, la que te guiñaba el ojo y a la que tu le correspondías, la que te dolía más dejar y en este caso para siempre. Recuerdo aquellos momentos de despedida, la hora del día, el lugar exacto,  las pocas palabras, la incertidumbre del futuro,  el paisaje del contorno, el olor de la tarde, las tonalidades del cielo. Pero la decisión estaba tomada y había que partir.


A Barcelona nos llevó el P. Remigio, aquel que nos enseñaba “ejercicios físicos” o gimnasia. Poco recuerdo de aquella corta estadía. Llegamos a la ciudad condal y nos quedamos a dormir en un colegio de religiosas aprovechando que el dormitorio estaba vacío por ser tiempo  de vacaciones. Fuimos a Monjuic  y al Tibidabo. Recuerdo que, en esta última montaña donde había juegos mecánicos, se encontraba una máquina en la que metías dinero y te pronosticaba el futuro, mostrando una caricatura de cómo serías a los 50 años. A mi me salió un hombre gordo, panzón, despachando pescado con un mandil blanco lleno de manchas.

Una vez en el barco, y surcando las aguas del Mediterráneo, nos pareció estar en el paraíso. El buque tenía de todo: piscina, sala de cine, baile, sala de conciertos, juegos por todas partes, ping pong, tiro al blanco, bingo, etc. Nos acercamos a comer el primer día y la comida estaba tan exquisita que parecía un banquete. No faltó quien, al vernos comer con tanta fruición y escuchar tantos elogios y expresiones favorables de los alimentos,  nos dijo: “ya me diréis de aquí a unos cuantos días!”.  Y se lo dijimos ya que la comida podría resumirse en una palabra: pasta. Pasta todos los días, bien en forma de macarrones, tallarines, espaguetis, pizza (que no me gustó y ahora me encanta), sopa de estrella,  sopa de fideos, pasta, pasta, pasta... Los camareros eran italianos y pronto aprendimos algunas palabras como mangiare y expresiones como  non capisco y otras mas, además de jugar con ellos a las damas y el ajedrez.

El viaje por el Mediterráneo fue fascinante  hasta para mí.  Veíamos cómo los delfines  jugueteaban con las olas que producía nuestro  enorme transatlántico. Contemplábamos los atardeceres arrebolados. Nos asoleábamos en la piscina, bailábamos…

Todo cambió al atravesar el estrecho de Gibraltar.  Entre el movimiento del barco y el olor del camarote me agarró un mareo que no me abandonó hasta llegar al final.

Fue en Las Canarias, concretamente en Santa Cruz de Tenerife, donde hicimos nuestra primera parada. Yo llevaba algún dinero en el bolsillo y ya tenía, por lo visto,  la afición a la fotografía. Compré una cámara en una tienda por haberla encontrado más barata que en la que habíamos preguntado antes. Luego supimos que se trataba de la misma tienda que tenía la entrada por dos calles distintas.  

Lo digo o no lo digo. Pues sí lo diré. Gastado el primer rollo de 36 fotos, no pude aguantar la curiosidad de saber cómo habían salido por lo que, estando cerca de La Guaira, Venezuela, donde hicimos nuestra segunda parada después de 10 días de no ver tierra, saqué el rollo y procedí a imitar a la Piedad, una muy buena fotógrafa de Cervera de Pisuerga, quien nos enseñaba los rollos para que eligiéramos la foto que deseábamos imprimir en papel. Extendí, pues, el rollo a plena luz y se esfumaron como la espuma tantos recuerdos e instantáneas que hubieran sido la delicia de propios y extraños con el pasar de los años.  Puse otro rollo que, afortunadamente llevaba conmigo, y por suerte conservo alguna foto como la que se puede ver abajo, pocas, muy pocas, quizás las únicas tomadas en uno de estos viajes camino de Perú.


Cuando llevábamos 5 días de ver solo agua y faltándonos otros 5 para llegar al puerto de la Guaira, de pronto la gente en el barco comenzó a movilizarse de un lado para otro, sonreían y llevaban una botella en la mano. En las señoras de más edad se notaba una cara de curiosidad, y se acercaban con ilusión al pretil de la cubierta para ver y actuar en el espectácjulo.  No sé si se habían puesto de acuerdo, si era una costumbre  consuetudinaria y ancestral, si era gente que había hecho muchas veces ese viaje, no sé, pero se respiraba un ambiente de fiesta, de curiosidad y de misterio. Parecía una tontería pero es que estaban metiendo mensajes dentro de las botellas y luego las arrojaban al océano. Algún día alcanzarían las costas de algún país, y a través del mensaje, sabrían que existió alguien que se inmortalizó por medio de unas letras.

En Venezuela,  el P. Gregorio Guereñu, rentó un coche que nos llevó hasta Caracas.  La carretera era muy buena, parecía autopista.  Llegamos a comer a un  típico restaurante  donde nos sentamos en un mostrador muy alargado. Pedíamos un plano y el camarero pegaba un grito y repetía lo que le habíamos dicho para que lo oyera el cocinero y comenzara la elaboración del plato. Se ve que hacían buena comida porque estaba a reventar.  Por esos días llegó la noticia de que en Perú acababa de haber un golpe de estado y que probablemente no nos dejarían desembarcar,  teniendo que alargar nuestro viaje hasta Chile. Menos mal que no fue así.

De La Guaira nos fuimos a Curacao según nos dijeron para repostar nuestro medio de transporte ya que aquí era más barato el combustible.  Me llamó la atención un  largo puente que estaba hecho de lanchas. Nos tocó verlo abrirse y era todo un espectáculo. En lugar de transportar el enorme pueste de un lugar a otro, se hacía girar sobre un eje.

En Cartagena también dimos una vuelta en un taxi que nos llevó a ver las murallas del siglo XVI. Lo curioso es que una vez junto a ellas,  en vez de ir bordeándolas, el chofer  se subió por una rampla bastante empinada hasta  la parte superior  desde donde apreciábamos  un panorama hermoso y  extenso.  Aunque en España no se vivía opíparamente, aquí fue donde palpé por primera vez la pobreza extrema y sangrante.
La última parada del océano Atlántico fue en Colón. Allí quisimos conocer el puerto caminando, pero llegamos a un sitio donde un policía nos dijo amablemente que no deberíamos pasar.  Nosotros lo veíamos todo muy fácil y decidimos seguir adelante pero ante las palabras del policía “a partir de aquí no tienen protección policíaca”, nos regresamos.

En el barco viajaba una peruana que al saber que nosotros llevábamos el mismo destino empezó a hablarnos de cosas de su tierra entre ellas de una comida llamada "pachamanca". Recuerdo muy bien que, quizás orientada por nuestros gestos al saber que se cocinaba bajo tierra, nos repetía con inusitada insistencia este estribillo, “después de lavarlo muy bien”.  Por ejemplo nos decía: “se calientan unas piedras o lajas, después de lavarlas muy bien…se mete la carne dentro de hojas de plátano, después de lavarlas muy bien…”.


El paso del canal de Panamá fue un descanso para el cuerpo y muy regocijante para el alma. No había oleaje y el paisaje era encantador. Primero había que subir hasta llegar al nivel del lago Gatún por medio de esclusas. Entrabas en una de ellas que se iba llenando de agua elevando el buque primero hasta el nivel de la siguiente esclusa. Una vez nivelado el agua, se abrían unas enormes puertas y el buque era arrastrado  hasta la siguiente esclusa,  y así hasta igualar el nivel del lago. Y lo mismo en el otro lado hasta recobrar el nivel del océano Pacífico. Aquí se subieron unos jaraneros  que nos hicieron vivir en carne propia lo que es la alegría caribeña.  Fue tal la algarabía que armaron y tan frenéticos los bailes que tuvo que apersonarse el capitán del barco ya que la fiesta estaba cruzando la raya de lo permitido. Para alivio de todos se bajaron en San Buenaventura.

En Guayaquil, Ecuador, al ver siete jóvenes caminando por la ciudad, nos confundieron con la selección de la Universidad Católica de Chile que tenía partido de fútbol ese día. Ya en el barco alguno del grupo compró una treintena  de plátanos completamente verdes a cambio de una cajetilla de cigarros o dos. Subimos los plátanos con una cuerda y le tiramos la cajetilla. ¡Qué ganas teníamos de saciarnos de plátanos!. Nos dijeron que los pusiéramos en la ventana de buque y que en un periquete iban a madurar. Pero nos quedamos con las ganas pues llegamos a Perú y estaban tan verdes como el día de su compra.

Nos tocó cruzar el ecuador. Era la hora de la comida. Yo prefería no comer con tal de no bajar al comedor, de manera que me quedé sólo en la cubierta. Exactamente en el instante de cruzar la línea del ecuador, el transatlántico hizo sonar  su potente sirena.

No sé si a todos los pasajeros, no lo creo porque éramos muchos, les permitieron entrar en la cabina de mando del barco, pero nosotros sí tuvimos esa oportunidad. Ahí estaba el timón, la brújula, la mesa de navegación... Con mucha amabilidad nos fueron explicando la función de cada uno.

Nuestro camarote era muy pequeño y tenía, si mal no recuerdo, 6 camas distribuidas en tres literas. El aire se encontraba en malas condiciones, y el olor a lugar encerrado era  la atmósfera con la que teníamos que convivir  a diario. El P. Gregrorio, muy conocedor de la juventud era muy comprensivo de nuestra situación de jóvenes y nos permitía disfrutar de las alegrías sanas del viaje. En algunas ocasiones llegábamos a dormir ya bien entrada la noche, con cuidado de no despertarlo.  Seguramente que se enteraba de nuestra presencia.

Para divertir a los pasajeros, además de juegos  de sobremesa, había concursos, tiro al blanco, pero me llamó mucho la atención la afición al juego del bingo con apuestas. Las apuestas no eran muy jugosas, pero sí atractivas. Se usaba como moneda, la lira. No faltaban conciertos de música clásica, películas de cine y si en el viaje iba algún artista, nos obsequiaba con una que otra sesión.    

Al fin llegamos al puerto del Callao. Los plátanos seguían verdes y se quedaron en el mismo lugar donde los habíamos colocado. Fueron a recogernos y nos llevaron al Templo El Faro, que por cierto, queda muy cerca del muelle.  Luego terminamos en el convento de Los Descalzos del Rímac, Lima, donde pasamos nuestro primer año de estancia en Perú, entre charlas, oraciones, recuerdos, cantos, nostalgia, ejercicios, vivencias, juegos, risas y llantos, con muy escasa comunicación con la familia pues las cartas cuando no tardaban en llegar un mes, lo hacían en tres. 

Todavía dejamos muchos alumnos en Anguciana, pero los frutos  no se consolidaron y nosotros conformamos el último grupo de jóvenes que viajó desde España al Perú, rompiéndose de esta forma, una larguísima racha de muchas generaciones de niños, adolescente y jóvenes, cuyas vocaciones brotaron en España y se consolidaron en la costa, sierra y montaña de Perú.

penatremaya@hotmail.com

miércoles, 10 de octubre de 2012

Anguciana: 1968-1969-1970-1972-1974-1976


1968
  • ·         ABADIA JIMENEZ MARCELINO.
  • ·         ALMENDARIZ SAEZ  JULIO.
  • ·         AMESCUA IBAÑEZ IGNACIO.
  • ·         CABALLERO ESCRIBANO ILDEFONSO.
  • ·         CALVO CASTRO JOSÉ MARÍA.
  • ·         CALVO CASTRO PEDRO-M.
  • ·         CARRETERO RAMAJO JESÚS.
  • ·         CHAVARRI GARCIA CECILIO.
  • ·         CONDE GONZALEZ ANGEL.
  • ·         GALILEA CATALAN JESÚS-E.
  • ·         GALLARDO LODIE MANUEL-D.
  • ·         GARCIA GARCIA CONSTANCIO.
  • ·         GARCIA GARCIA PEDRO.
  • ·         GARCIA TUDANCA JOSÉ-MARÍA.
  • ·         GONZALEZ ANGULO JUAN-A.
  • ·         GONZALEZ GONZALEZ GERMÁN.
  • ·         HERRERA GONZALEZ SALVADOR.
  • ·         JIMENEZ PEREZ JUAN JOSÉ.
  • ·         JIMENEZ-DE-ABERASTURI GAMIZ JESÚS-PEDRO.
  • ·         JUBERA ALSASUA JULIO.
  • ·         MANGADO BELOQUI JAVIER.
  • ·         MARTINEZ FERNANDEZ JUAN J.
  • ·         MARTINEZ MURGUIALDAY JESÚS MARÍA.
  • ·         ORTEGA PUENTE SANTIAGO JESÚS MARÍA.
  • ·         PABLO SANTAMARIA ANTONIO.
  • ·         PEREZ RUIZ JUAN C.
  • ·         RAMON PORTERO RAMIRO (DE).
  • ·         SOLA MARTINEZ SANTIAGO.
  • ·         UCERO SANTAMARIA FRANCISCO.
  • ·         VALLE CORCUERA JOSÉ.
  • ·         VALLES PUENTE RAFAEL.
  • ·         VIFORCOS HERNANDEZ MIGUEL-A.

1969
  • ·         CANTERO BENITO BLAS.
  • ·         CISNEROS GARCIA RAMÓN-A.
  • ·         CONDE DEL HOYO ELISEO.
  • ·         CONDE GONZALEZ PEDRO.
  • ·         DIEZ ARTO SANTOS.
  • ·         FRANCISCO RUEDA ANGEL.
  • ·         GOMEZ BLANCO NICOLÁS.
  • ·         GOMEZ BLANCO PABLO.
  • ·         HERNANDO HERNANDO ABELARDO.
  • ·         HIERRO TAPIA JOSÉ ANGEL.
  • ·         IBEAS ROJO CLEMENTINO.
  • ·         IBEAS ROJO ELOY.
  • ·         JUEZ PELAZ JOSÉ ANTONIO.
  • ·         MARTINEZ SANCHEZ JOSÉ LUIS.
  • ·         MARTINEZ SANCHEZ MIGUEL-A.
  • ·         MUÑOZ LLORENTE JESÚS.
  • ·         OCHOA IBEAS VICTORINO.
  • ·         PINILLOS HERNANDEZ JOSÉ RAMÓN.
  • ·         RUBIO DIEZ UVILER JOSÉ.
  • ·         RUIZ COLLADO JESÚS.
  • ·         ABAD IBAÑEZ OSCAR TOMÁS. 


1970
  • ·         ALAÑA MORAZA JESÚS.
  • ·         ALAÑA MORAZA JOSÉ ANGEL.
  • ·         BARREDO ALONSO GABRIEL.
  • ·         DELGADO COSTANA JESÚS.
  • ·         GARCIA BLANCO MIGUEL ANGEL.
  • ·         GOLF CACHO MANUEL.
  • ·         GOMEZ DIEZ JOSÉ RAMÓN.
  • ·         GONZALEZ IBAÑEZ JUAN-CARLOS.
  • ·         GORDO ABAJO MIGUEL ANGEL.
  • ·         HERAS LOPEZ JOSÉ-MANUEL (DE LAS).
  • ·         JIMENO GARCIA JESÚS.
  • ·         MARCOS SADIA MIGUEL SANTOS.
  • ·         MARIN MUÑOZ JESÚS-ANGEL.
  • ·         MUGARZA GOMEZ TOMÁS.
  • ·         OTERO BARREDA ANGEL JESÚS.
  • ·         PEREZ COSTANA GONZALO.
  • ·         REY PINILLA PEDRO.
  • ·         RODRIGUEZ DIEZ TOMÁS.
  • ·         YAGÜE ALCOLEA MIGUEL. 

1972
  • ·         JIMENEZ LOPEZ ANTONIO.

1974
  • ·         ANTON SANTAMARIA JOSÉ MANUEL.

1976
  • ·         URRECHO DE LA VEGA ANTONIO
penatremaya@hotmail.com